Solid Ether (ECM Records) por Nils Petter Molvaer

Personalmente me resulta interesante tratar de entender los mecanismos de aprehensión y catalogación en la música que escuchamos a diario cifrados por un determinismo cronológico que nos obliga a, antes que cualquier otro tipo de acercamiento, a conocer la fecha de edición la música que se nos presenta. Y es esta condición de filtración a priori la que me resulta particularmente problemática al saber que no en todas las manifestaciones artísticas la aproximación se realiza de esta forma.

Dicho esto y vertiéndome al precipicio de mis propias palabras, cabe mencionar que el álbum del que quiero hablar cumple justamente 20 años y chabacanamente está de más decir que se editó en un año 2000 cargado de simbolismos inertes y vacuos, pero que a la par de ello convivía un sentido de rompimiento e inercia muy tangible en especial en las manifestaciones ideológicas y artísticas de diversas índoles. Aquel año 2000 se nos mostraba como una monstruosa ola de frustraciones, máscaras sociales; fervor y pavor de la mano transitando por nuestras tranquilas calles. En ese impromptu calendárico aparecieron obras emblemáticas como el Kid A de Radiohead, Lift Your Skinnny… de Godspeed You Black Emperor, Blood de Boris, Ágætis Byrjun de Sigur Ros entre otros.

Mientras todo ello sucedía, de forma más discreta y desde el corazón de la Bavaria y del legendario sello ECM Records emanaba el 2do. Álbum de la nueva perspectiva de lo que debía ser no sólo el Jazz sino la música contemporánea del trompetista Noruego Nils Petter Molvaer bajo el nombre de Solid Ether que en su propio apelativo contenía ya una suerte de oxímoron que definiría este manifiesto sonoro.

Y aunque el engranaje conceptual de Molvaer había iniciado ya en el ’98 con su álbum Khmer, en Solid Ether encontró un espacio más vasto de maduración y amplitud de todas sus ideas. El encuentro entre la música electrónica enclaustrada en clubes nocturnos, predominantemente drum n’bass, pero también muchos elementos de broken beat y techno, encontraron en la voz de este músico una expresión enriquecedora y salvaje a la vez. Las texturas y múltiples capas que convergen de ese mundo análogo y digital son a la vez cimientos y frisos de una catedral sonora en la que la trompeta de NPM dirige cinemáticamente la imaginación del escucha; pero esto no es una meditación trascendental y existen vericuetos, cambios de sentido y escala, distintos humores contenidos en una sola pieza. Otra piedra angular de esta brillante edificación es la sustanciosa presencia de Eivind Aarset en la guitarra, que con un estilo angular y sumamente creativo, amplifica en diversos pasajes lo puntilloso de la apuesta de NPM a través del recorrido de Solid Ether.

Es así que incluso tras el paso de los años, este álbum continúa a mí parecer perfectamente cimentado en la exploración, en la búsqueda de nuevos caminos expresivos y que con tal afincamiento en esta vena sonora es un material maleable que se acomoda perfectamente en nuestro convulso 2020 tan pletórico de voces.

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